domingo, 24 de julio de 2011

It's a mad world

+ Se acercó a mí y me dijo adios. Ni siquiera un hola en primera instancia. Avanzó nuestra amistad hasta la despedida.
- ¿Amistad? Nunca la has visto.
+ Y no la volveré a ver, pero lo que sentí con ese adios fue una verdadera conexión. Ella y yo supimos que todo acabaría con un hasta nunca y decidimos ahorrarnos el camino.
- Eso es lo más estúpido que has dicho nunca. No la conoces.
+ Ni la conoceré. Una palabra intercambiada con una desconocida me ha hecho temblar; quizá debería hacer algo al respecto.
- Quizá deberías salir de tu jaula. Quizás deberías ir a un psicólogo.
+ Quizá, pero al final ese adios volverá a repetirse. Una persona distinta, en una circunstancia distinta, sin embargo seguirá siendo una despedida; esta vez no adornada con ese inocente coqueteo que tanto me intrigó.
- Ah, c'est la vie, camarada. Y no hay nada que puedas hacer.

jueves, 14 de julio de 2011

Item N#89765


+ Sigo buscando.
- ¿Qué buscas y por qué no lo has encontrado?
+ Apatía, no lo sé. Quizá no busco lo suficiente.
- Quizá. ¿Por qué buscas la apatía? ¿Por qué contentarse con la neutralidad de un espectro de emociones tan amplio como el humano?
+ No quiero más. ¿Para qué entregarte mi dolor?
- Para compartirlo, para que tu carga sea más leve.
+ Sabes que los sentimientos no funcionan así.
- Eres demasiado joven como para saber cómo funcionan los sentimientos.

miércoles, 13 de julio de 2011

Item N#09187


+ Decía no se qué de idiomas y arte, el título era algo así como... Idiomas y arte. ¿A quién le importa de todos modos?
- Yo querría saber de idiomas y arte...
+ ¿Por qué alguien pondría en el mismo libro 'Idiomas y arte'?
- ¡Porque el arte es el idioma con el que se expresa toda emoción!
+ Brillante conclusión. No lo digas mucho por ahí, te tirarían piedras.

Y desde entonces no puedo dormir. La gente me tira piedras.

Forever’s a long time.

Cual gloria salvadora la blanca paloma hizo su aparición en la vieja plaza. Era domingo por la mañana. Durante los últimos meses se había hecho habitual un despliegue de tropas todos los domingos. Generalmente solo era una demostración del poder militar y armamentístico del que gozaba el estado, pero hoy era algo importante. Se había descubierto un complot que parecía amenazar las mismas bases del partido, y los culpables serian ejecutados públicamente, eso les enseñaría.

Porque sí

Era consciente de que moriría, el día menos esperado se desplomaría y no volvería a abrir los ojos. No temía a la muerte, la abrazaría con regocijo, su enfermedad no le había producido más que una larga agonía y solo deseaba acabar con ese sufrimiento, con ese dolor que carcomía sus entrañas eternamente. Lo único que lamentaba era haber muerto sin haber dejado huella. Lo atormentaba pasar al otro lado sin pena ni gloria. Nunca había sido una de esas personas a las que realmente les importaba lo que le sucediera al mundo pero a medida que sentía los delicados brazos de la muerte cernirse sobre su piel supo que se arrepentía. Se arrepentía de todo, de no haber viajado, de no haber visto nunca un amanecer, de no haber podido entender que la vida es más de lo que se nos muestra, de no haber sido feliz, de ni siquiera haber intentado buscar la dicha. Había vivido su vida lamentándose, quejándose, despreciando y odiando… Ese odio, un lastre que se vería obligado a arrastrar toda su vida, lo que quedaba de ella. Había nacido con él y moriría padeciendo sus efectos. Ese odio que lo había privado de contacto humano, lo odiaba. Odiaba al ser humano, esa imperfecta máquina de matar. Detestaba su avaricia, su afán de aniquilar, odiaba pertenecer a una raza tan ruda, cruel y sedienta de sangre. Decidió que se iría con estilo; no quedaría uno vivo.

Muchas las ocasiones en las que ha contemplado su rostro, nada en particular lo impulsa, como un acto reflejo siempre desvía su mirada hacia ella, no puede evitarlo. Desde el primer momento en el que se vieron quedó maravillado, obnubilado por tal flagrante belleza, un rostro radiante, como muchas veces había imaginado, con el que soñaba, con el que se desvelaba. Como hubiera deseado poder verlo de nuevo, poder deleitarse con su hermosura, con su exótica beldad, pero esos no eran más que días olvidados en un diario en el que no se le mencionaba. Su musa, su amor, se había marchado, ya no quedaba nada de ella, no más que ese recuerdo. Cómo hubiera querido borrar ese rostro de su mente, que hacía insufrible su consciencia y del que era incapaz de eludirse, cómo hubiera querido estrecharla entre sus brazos una vez más y dejar que su aroma impregnara su ser. No eran más que deseos, sabía que todo había acabado ya, ahora no era más que una víctima de una insufrible tortura a la que lo habían condenado los dioses. Muchos crepúsculos se habían sucedido tras ese “Ya no siento lo mismo”.

Había pasado tanto desde ese día,  tanto había ocurrido desde que se fundieron en aquel beso. De lo que en su tiempo fue una relación colmada de amor solo quedaban vestigios, una señal de humo perdida en el viento. Ahora todo se había esfumado. Junto a él solo había permanecido el miedo y el resentimiento porque hasta ella… Hasta ella se había marchado. Añoraba una época en la que quería y era querido, en la que su principal preocupación era si le había dicho “te quiero” lo suficiente, cuando las dudas aún no habían asomado, cuando estaba feliz. Ahora no tenía esperanza, era un cascarón que daba albergue a la tristeza y descuartizaba cualquier atisbo de felicidad que pudiera alzarse. Era un ser desgraciado e infeliz, incapaz de contemplar con gozo las maravillas del mundo. Ya había perdido su oportunidad. Aquella tarde había perdido más que eso, había perdido sus ganas de vivir.

Item N#87675


El sentido de la vida… La pregunta del millón. “Tiene el sentido que tú le das”, “crea tu propio camino”, “vive para el hoy”, “alégrate de estar vivo”. Ojalá pudiera alegrarme de estar vivo,  ojalá pudiera poseer la visión de los moribundos, su acérrimo amor a la existencia y el profundo deseo de contemplar un amanecer una vez más, pero te diré lo que realmente anhelo; deseo despertarme cada día junto a ella, que me sorprenda la mañana en una cama que no es la mía, en un lugar que no reconozco de un país del que nunca he escuchado, quiero la aventura de preguntarme a dónde iré mañana, el placer de poder enfrentarme a lo desconocido y de nunca fijar una rutina, el apetito voraz por lo que está aún por descubrir. No quiero ser ese hombre que haga historia, ese que maraville a los demás, ese al que todos admiren, solo anhelo  ser ese hombre que disfrute de la vida, que de verdad lo haga, que se deleite con cada bocanada de aire y que carezca de esos obstáculos fijados por esas personas que solo desean coartar su libertad. Quiero ser ese hombre que nunca cejará en su empeño de vivir, que nunca se dará por vencido, que se sentirá complacido de haber conseguido superar otro día, que haya visitado los rincones más inhóspitos del globo y que fije su itinerario al despuntar el alba, que no tema vivir, un salvaje, como muchos dirían. Quiero ser ese hombre… Ese hombre libre como ninguno.